La vivacidad, así como el deseo de probar constantemente cosas nuevas y diferentes, son unas fieles características de los niños. Sin embargo, hay algunos casos en los que el movimiento corporal excesivo y el deseo continuo de jugar no dependen del carácter del niño sino de un trastorno de carácter neurobiológico conocido como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Recientes estudios demuestran que se trata de un trastorno generalizado que afecta aproximadamente al 4% de los niños en edad escolar y preescolar, principalmente varones.
Tratar con niños hiperactivos no es fácil. Sus dificultades a la hora de escuchar o ejecutar órdenes y su forma desordenada de hacer varias cosas a la vez pueden hacernos perder la paciencia. No tenemos que olvidarnos que tales comportamientos son la consecuencia de un trastorno y que por lo tanto regañarlos por sus acciones solo aumentaría su inseguridad y los aislaría aún más de los demás.
Es importante ser firmes y asertivos y sobre todo concisos, porque al hablar demasiado es posible que el niño deje de escucharnos. Las reglas deben ser pocas, sencillas y bien definidas para que el niño sepa exactamente qué hacer y pueda centrarse en un objetivo en concreto.
Es necesario explicar al niño las consecuencias de una conducta negativa y sobre todo cumplir con lo que se ha dicho para no perder credibilidad. Por ejemplo, en caso de un comportamiento inaceptable, podrían ser privados de un juguete que aman; de esta forma se explicaría que por cada acción incorrecta hay una consecuencia negativa.
De la misma forma, habrá que recompensar una conducta positiva con premios o con comentarios positivos para animar al niño a repetir el mismo comportamiento, pero sobre todo para mejorar su autoestima y motivación.
El TDAH es un trastorno principalmente genético que tendría que ser diagnosticado antes de que el niño alcance los siete años de edad. Si se detectan comportamientos típicos de esta enfermedad, será necesario llevar al niño a un especialista para que lo someta a determinadas pruebas psicológicas útiles para llegar a obtener un diagnóstico de la patología.
Acudir a unos profesionales es necesario para entender mejor el trastorno y cómo afrontarlo, para garantizar a los niños una vida más sencilla y serena.