29 de octubre, Día Mundial del Ictus: infarto o derrame cerebral.

El término “ictus”, se utiliza para describir las consecuencias que se producen en nuestro cerebro tras una interrupción del flujo sanguíneo (ictus isquémico, o más conocido como «infarto cerebral”), así como, para aquellos casos en los que se produce la rotura de una arteria o vena cerebral (ictus hemorrágico, o más conocido como “derrame cerebral”). En estos dos casos, se produce una interrupción del flujo sanguíneo de una determinada área del cerebro y, las células cerebrales, carentes del oxígeno necesario para su funcionamiento, empiezan a morir, desencadenando el daño cerebral. 

En función de la duración del episodio isquémico, se pueden llegar a producir lesiones cerebrales irreversibles. Los dos tipos de ictus o accidente cerebrovascular (ACV) son graves, aunque los ACV isquémicos son más comunes y los hemorrágicos suelen ser responsables de más muertes y discapacidad. Tras esta lesión, los pacientes suelen sufrir deficiencias motoras duraderas y discapacidad funcional que limita su independencia vital.

El accidente cerebrovascular (ACV) es una de las patologías neurológicas más frecuentes, constituyendo la primera causa de discapacidad en el adulto y la segunda causa de muerte de la población en general. Es más probable que ocurra a una edad avanzada, pero puede producirse en cualquier momento. 

La incidencia y mortalidad por ACV difiere entre países, regiones geográficas y grupos étnicos. A nivel mundial, la carga de ACV ha aumentado sustancialmente en las últimas décadas, debido al aumento de la población y su envejecimiento, así como a la mayor prevalencia de factores de riesgo modificables, especialmente en países de ingresos bajos y medianos.  

Factores de riesgo que propician el ACV:

De entre los factores de riesgo que pueden propiciar la aparición de este tipo de trastornos transitorios o permanentes, destacaríamos:

  • Edad: factor de riesgo más importante. El riesgo de ictus se dobla cada diez años después de los 55.
  • Género: los hombres tienen mayor riesgo de ictus que las mujeres. Sin embargo, a partir de los 80 años la curva se invierte debido a la mayor esperanza de vida de las mujeres.
  • Antecedentes familiares de accidente cerebrovascular.
  • Hipertensión arterial.
  • Diabetes: incrementa entre 2 y 6 veces el riesgo de padecer un ictus.
  • Consumo de alcohol y otras drogas.
  • Tabaco: incrementa el riesgo de infarto y hemorragia cerebral.
  • Sedentarismo.
  • Obesidad.
  • Colesterol elevado.
  • Enfermedades de la sangre.

Gran parte de algunos de estos factores de riesgo pueden ser modificados en función del estilo de vida que llevemos, actuando como bastón para que se produzcan este tipo de enfermedad. Para ello, debemos concienciarnos y concienciar a la población de la importancia de un estilo de vida saludable, en el que no se encuentren presentes la gran mayoría de estos factores que pueden propiciar la aparición del ictus. 

Alteraciones en la comunicación:

El paciente que ha sufrido un ictus puede presentar alteraciones en la comunicación y en la deglución, que deberá evaluar, tratar y rehabilitar un logopeda, realizando un tratamiento individualizado a sus alteraciones para organizar su intervención, paliar sus dificultades y dar pautas y recomendaciones adecuadas al paciente. 

Para hablar, en primer lugar, se requiere que pensemos en lo que queremos decir, encontrar las palabras necesarias y decirlas en voz alta. Del mismo modo, para comprender lo que nos dicen, debemos poner en marcha mecanismos de atención, reconocer que alguien quiere decirnos algo y retener e interpretar las palabras. Para ello, están implicadas varias estructuras del cerebro, marcadas por el Hemisferio Cerebral Dominante.

Las alteraciones del lenguaje, denominadas Afasias, pueden ser de diferentes tipos, afectando a la fluidez del habla, a la expresión, a la comprensión, etc. Dependiendo de la extensión de la lesión, dependerá la recuperación. Con frecuencia, se acompañan de dificultad para escribir, Agrafia, y dificultad para leer, Alexia.

Las lesiones muy extensas van acompañadas de incapacidad global para comunicarse, hablar y entender.  Algunos pacientes, no logran emitir ningún sonido, situación que se conoce con el nombre de Mutismo

Las alteraciones del habla o Disartrias, se originan por dificultad en la articulación o en la modulación de las palabras, como consecuencia de la debilidad de los músculos de la cara o por la dificultas en la coordinación de éstos. En lesiones vasculares de ambos hemisferios, la disartria puede ser más intensa y puede ser acompañada de otros trastornos como la Disfagia, dificultad para tragar. 

La deglución es una tarea complicada en la que el cerebro coordina varios músculos que intervienen en el proceso de masticar y tragar. Algunos signos de alerta son la tos, mientras come o bebe, no poder masticar adecuadamente, cambios en la voz, goteo de saliva o líquidos que caen de la boca, tardar mucho en tragar o tener que tragar muchas veces para notar despejada la garganta.

Alteraciones físicas:

Otros cambios que aparecen en la vida de un paciente tras sufrir un ictus son las alteraciones físicas. Muchas veces son las que, de entrada, más preocupan a los pacientes al verse de repente sin poder caminar o con mucha dificultad para mover una parte del cuerpo. 

La finalidad general de la fisioterapia en este campo es trabajar sobre los síntomas que presente la persona que ha sufrido un ACV, de forma que las funciones o estructuras del cuerpo que se han visto afectadas puedan llegar a recuperarse de forma parcial o en su totalidad. Como las secuelas no son equiparables a una fractura de cadera o una prótesis de rodilla, el trabajo con el paciente se enfoca de un modo muy distinto.

Es la fisioterapia neurológica, la encargada de atender a estos pacientes, digamos que es una subespecialidad. Los fisioterapeutas neurológicos enseñamos a los pacientes a moverse de nuevo, a perfilar los movimientos, a sentir las partes de cuerpo… Muchas veces, las secuelas son tan graves que el paciente pierde capacidades que no llega a recuperar por completo. En estos casos, enseñamos alternativas para que sean lo más independientes posibles. Para ello, a veces hacen falta férulas, bastones u otro material adaptado con tal de que pueda manejarse en las actividades que más le motiven. En otros casos, tras mucho trabajo, los pacientes logran recuperar algunos movimientos, lo que les permite retomar actividades y hábitos.

El tratamiento, en cualquier caso, siempre va personalizado y ajustándose a las necesidades del momento. Es importante iniciar la rehabilitación desde el primer momento de la lesión ya que se pueden tratar mucho mejor ciertas limitaciones. 

En el abordaje fisioterápico se persigue mejorar la calidad de vida del paciente y de la gente de su entorno, guiándoles durante toda la recuperación. El trabajo va dirigido a adquirir toda la autonomía posible, lo cual le permite al paciente ir sintiéndose mejor física y emocionalmente. Desde la fisioterapia neurológica también educamos al paciente, a su familia y cuidadores para que puedan llevar lo mejor posible la nueva situación que ha llegado repentinamente.

Alteraciones neuropsicológicas:

También a nivel neuropsicológico se encuentran alteraciones después de un ictus. Estas repercuten también de manera significativa en la recuperación funcional y en las actividades básicas y avanzadas diarias del paciente después de la lesión. La neuropsicología constituye un pilar fundamental en la evaluación y rehabilitación del paciente post-ictus:

  • La exploración/evaluación neuropsicológica nos permite obtener información acerca de todos los déficits cognitivos, así como de aquellas alteraciones emocionales y conductuales que experimenta el paciente. Asimismo, nos permite conocer qué dominios cognitivos se encuentran preservados. El deterioro cognitivo-emocional-conductual, dependerá de la localización de la lesión en función del territorio vascular cerebral infartado.
  • La rehabilitación neuropsicológica aborda tanto las dificultades que presenta el paciente a nivel cognitivo (problemas de atención, de memoria, dificultades en la planificación, dificultades en las capacidades lingüísticas…), como las dificultades emocionales y comportamentales que presenta el paciente tras la lesión (ansiedad, tristeza, depresión…) El objetivo de la rehabilitación neuropsicológica es aplicación de todo tipo de procedimientos, con el fin de que la persona que presenta este conjunto de déficits cognitivos pueda volver a realizar de manera autónoma e independiente aquellas tareas cotidianas que realizaba antes de la lesión. 

Al planificar e implementar un programa de rehabilitación neuropsicológica en aquellas personas con ictus, es necesario poner el foco en la persona con ictus, siendo el principal protagonista del programa de neurorrehabilitación. De la misma manera, la familia desempeña un papel fundamental en el proceso de evolución y acompañamiento al paciente. El involucramiento de la familia, se antoja imprescindible para garantizar un mayor éxito en el programa de rehabilitación del paciente. Se encuentran en una situación en la que pueden fomentar de manera conjunta con el paciente todo tipo de estrategias compensatorias, así como actuar como control externo del paciente, dotando de información cualitativa a los profesionales responsables del programa de rehabilitación. 

Hemos de ser conscientes de la nueva situación a la que se enfrenta tanto el paciente, como sus familiares. A éstos últimos, les debemos dotar de todas las herramientas posibles para hacer frente a esta nueva e inesperada situación que les depara, pudiendo afectar las relaciones socio-económico-familiares. Para ellos somos, junto al resto de profesionales que conforman la rehabilitación del paciente, un rayo de luz al que aferrarse para poder recuperar el timón de sus vidas y gozar de la calidad de vida que se les ha sido arrebatada desafortunadamente. 

Equipo Multidisciplinar NYR

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