Cuando se sufre la cefalea en racimos se padece un dolor extremadamente intenso que suele llegar a ser incapacitante. Se produce en episodios repetitivos, generalmente con períodos de brotes o en patrones cíclicos. No existe un tratamiento que consiga curar la cefalea en racimos por completo, que también se conoce como cefalea en brotes, pero hay formas de mejorar la calidad de vida de los pacientes de este trastorno que, además, suele ser causa de baja laboral. Quien debe soportar este tipo de dolor de cabeza, sabe lo que implica.
¿Qué hacer ante la cefalea de racimos?
Si uno comienza a tener cefaleas de racimos debe acudir al neurólogo. Es importante descartar otras causas, otros trastornos y hallar un tratamiento efectivo para tratar el dolor y hallar una serie de estrategias para prevenir la temida cefalea de racimos. También se recomienda siempre acudir al neurólogo, sobre todo en caso de contar con antecedentes de dolores de cabeza y de repente se siente de manera diferente o el patrón comienza a cambiar de forma repentina. Del mismo modo, se ha observado que existen algunas formas de prevenir las cefaleas de racimo, o al menos reducir su frecuencia, que pasan por una alimentación saludable, no fumar, cuidar las horas de sueño y seguir un programa de ejercicio físico y técnicas de estimulación mental y corporal como el mindfulness o el método Feldenkrais.
Estar atento a los síntomas
A diferencia de la migraña u otros tipos de cefaleas, en las que las personas piden estar quietos y a oscuras, la cefalea de racimos provoca una gran inquietud. Algunos pacientes con cefalea de racimos se balancean, se mueven agitados, caminan y presionan su cabeza por el dolor: es lo que se conoce como inquietud motora. Se trata de un trastorno que prevalece sobre todo en los hombres a partir de la edad de 30 años, tal y como señalan unos estudios de la Sociedad Española de Neurología (SEN). La cefalea de racimo suele aparecer repentinamente, aunque a veces, con menos frecuencia, el paciente siente náuseas, tiene algún trastorno sensorial como destellos de luz u hormigueo en la cara o manos. Los episodios aparecen de forma cíclica, con entre 2 y 8 ataques diarios, usualmente en horario vespertino o nocturno, tal y como ha observado la SEN. Una vez se inicia, el dolor atroz se siente desde un ojo, por lo que se produce un enrojecimiento, párpado caído, hinchazón y/o lagrimeo, además de congestión y secreción nasal. En ocasión, el dolor irradia hacia cabeza, cara y cuello o se manifiesta de un solo lado. Muchos pacientes también describen sudoración en la cara, en la frente o en el lugar afectado, palidez o rubor. Otro síntoma similar al de la migraña es la sensibilidad a cualquier sonido o luz, pero en el caso de la cefalea de racimo se manifiesta normalmente en el lado afectado. Como los episodios aparecen en series que se prolongan en semanas y hasta meses, con otros periodos en los que remiten los dolores, incluso varios años, hay que observar los síntomas y acudir al especialista en neurología para abordar la enfermedad y conseguir una mejor calidad de vida.